#ElPerúQueQueremos

http://www.infolatam.com/

El fujimorismo, la izquierda, el pueblo

Publicado: 2016-04-21

El filósofo alemán Walter Benjamin afirmaba que cada ascenso al poder del fascismo representaba un fracaso de la izquierda. Allí donde se daba el auge de una derecha radical y conservadora, había un descontento popular que la izquierda no había sabido movilizar políticamente. Ese bien podría ser el escenario hacia el que nos dirigimos: gane o pierda estas elecciones, nadie puede negar el triunfo del fujimorismo al articularse como una fuerza política que ha sabido captar las demandas del sector descontento de la población que es la mayoría en este país. La derrota, sin embargo, podría no ser definitiva, pues el azar y, admitámoslo, el carisma de Verónika Mendoza como candidata han puesto al Frente Amplio en la posición en que puede pelear por esos votos en los próximos años. No debemos ser excesivamente optimistas, teniendo en cuenta los resultados electorales, pero no se puede negar que la izquierda tiene en sus manos una nueva oportunidad.  

En las últimas semanas se ha alzado un imperativo que resurge en nuestro país cada ciertos años, instando a los sectores democráticos de la población a oponerse al fujimorismo. Ciertamente la izquierda debe abrazar ese imperativo, pero debe asumirlo con inteligencia, atravesando la tozudez del mandato moral para asir la situación desde la raíz: si el fujimorismo encarna un peligro verdadero no es porque puede ganar las elecciones, sino porque ha sabido constituir un pueblo. Hay que entender que el pueblo no designa a la población o a los individuos de carne y hueso, sino que refiere a una construcción política, a un cuerpo imaginario que puede cohesionar las demandas de diversos grupos sociales del país. Esto implica una labor ardua de ingeniería política, pero como destaca Stephan Gruber en un artículo reciente, el mérito no sería solo del fujimorismo: el imaginario social que inaugurara el primer fujimorismo a inicios de los 90’s, con su ethos emprendedor y la epopeya del trabajador informal que con su creatividad se opone a la figura del Estado opresor, ha sido fomentado y reproducido por el consenso liberal de los últimos quince años. La idea de lo popular propuesta por el fujimorismo encajaría perfectamente con el ideal económico que nuestros liberales han ayudado a cimentar, ubicando el origen de la desigualdad en la ineficiencia estatal, la falta de mano dura frente a la rampante criminalidad y la reticencia ante la inversión extranjera, blindando al modelo económico frente a todo cuestionamiento. El argumento moral que llama a oponerse al fujimorismo en nombre de la institucionalidad liberal ya no tiene la fuerza para vencer simplemente porque esta misma institucionalidad garante del modelo económico está a la raíz del problema.

Uno de los grandes aciertos de Verónika Mendoza durante la campaña fue el de no comprometerse, no repetir el error de la izquierda en anteriores campañas, cediendo al consenso liberal que llamaba a la izquierda a “modernizarse” (en realidad a moderarse, a aceptar el modelo). Para sorpresa de todos los que creían que la moderación era una jugada crucial, el principismo de la candidata del Frente Amplio terminó siendo un factor determinante para acaparar los votos de un sector significativo de la población. Pienso que se ha hecho evidente que la estrategia del consenso no es la única posible, y que aquello por lo que realmente tiene que apostar la izquierda es explicitar el antagonismo palpitante en el seno de nuestra sociedad, entre los beneficiarios del modelo vigente y las mayorías. El imperativo nacional de vencer al fujimorismo estaría atado al destino político de la izquierda, como única fuerza capaz de responder adecuadamente al descontento mayoritario; el éxito de esta labor exigiría un arduo trabajo a mediano y largo plazo por parte del Frente Amplio y de las fuerzas progresistas de nuestro país, en el proyecto de constituir un cuerpo popular nuevo, que no solo pueda articular las demandas mayoritarias en una propuesta que se diferencie radicalmente del ethos emprendedor, sino que tenga la fuerza necesaria para desestabilizar a los grupos de poder que perpetúan la desigualdad. Para ello, la izquierda tendría que abandonar algunas de las tácticas que ha venido desplegando en los últimos años, esa forma exclusivamente “anti” de hacer política, basada en la resistencia reactiva, así como su aislamiento en la esfera de lo cultural y lo identitario. Hay que aceptar que los eslóganes del “progreso” y la “modernización” que hasta hoy permanecen como el privilegio de la derecha están fuertemente arraigados en el sentir de la población, y por buenas razones. En lugar de asociar dichos significantes con la economía neoliberal de manera indesligable, la izquierda debe entender que tiene que apropiárselos, reinterpretarlos e integrarlos en una idea política clara y afirmativa que pueda transformarse en una alternativa viable.


Escrito por

Sebastián León

Sans culotte is as sans culotte does


Publicado en

Teoría de la Forma

Juicios analíticos y la ocasional pretensión del universal concreto